¿Qué honesta desvergüenza puede haber mayor que llegar a la decrepitud y no esconderla, ni esconderse de ella? ¡Qué gozo, por fin, mostrar sin pudor canas, arrugas, protuberancias, grasas, pellejos, amojamamientos, sequedades y pelos que salen de narices y orejas! ¿Hay algo más antisistema que ser feliz con todo eso y no sucumbir ante los tapujos con que el sistema trata de mantenerte anestesiado?
Gabriel