En una época de turbulencias financieras y corrupción sin freno, los individuos, y no sólo los pobres, nos agarramos a nuestro ego garbancil, todavía más si cabe, como si fuera lo más grande y lo único que se pudiera salvar de la gran debacle que se avecina. Sin embargo, este agarrarse a lo garbancil es lo que ha hecho que la corrupción haya proliferado como lo ha hecho hasta los extremos que ahora nos da por denunciar.
Gabriel