En un mundo de definiciones y categorías, lo indefinido tiene una fuerza descomunal que resiste todo intento de control por nuestra parte; y tanto es así que actúa a despecho de nuestras pretensiones, aunque nosotros seguimos atribuyendo lo que sucede a alguna categoría o definición creada por nosotros de acuerdo a nuestra pequeñez o a los intereses del oficio en el cual estamos licenciados. Por ejemplo: ante algo que empieza a ocurrir, se avalanzan los definidores profesionales, los cuales categorizan, sin haber pensado qué es eso y sin tener la perspectiva adecuada, le ponen una etiqueta, y así se atribuyen el asunto como si fuera competencia suya, para demostrar lo competentes que son. Y así vamos, sin tener una comprensión adecuada, clasificando las cosas en función de nuestros intereses, y sin tener en cuenta la naturaleza real de lo que sucede.
Gabriel
