Soberanía de la propia vida

El sistema convivencial humano se nutre de la cesión de soberanía por parte de los individuos. Esta cesión es involuntaria e inconsciente. Así, pues, no sabemos cómo ni qué es lo que cedemos a la sociedad. Al marco que se nutre de esta cesión lo llamamos contrato social y sus raices se hunden en el origen de la civilización. Actualmente este contrato es intervenido por, por ejemplo, marcas o instituciones carismáticas, presiones emocionales, leyes, jurisdicciones, coacciones, creencias, fidelidades y connivencias que se ejercitan sin deliberación.
Sin embargo, el asunto es que la mayor parte de esta cesión no es necesaria, y ni el sistema actualmente lo pide. Más bien somos nosotros quienes entregamos características nuestras como si se tratara de impuestos. Las razones del por qué ello ocurre pueden ir de la comodidad, la necesidad de vivir protegido o el pánico a ser excluido si uno no participa en esta cesión. O, simplemente, porque no sabemos en qué consiste ser soberano de la propia vida.

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