Me subieron a los altares sin haber muerto; me bajaron de ellos cuando me vieron vivo; me tiraron piedras hasta matarme mientras me acusaban de haberles engañado; a continuación me volvieron a poner en los altares, una vez más, sin yo quererlo. Me quiero apear pero no veo las escaleras, y el tren está en marcha y corre que se las pela. Lo que hay que aguantar. Pero, ah, no, ahora me doy cuenta de que estoy en el cielo. Menos mal.
Gabriel
