Una crisis pone en evidencia el agotamiento y la obsolescencia del lenguaje con el que intentábamos explicar y contener una realidad que repetidas veces manifestaba no querer ser contenida. Una crisis supone una grieta en los códigos; y ahora la realidad se cuela por ahí y se manifiesta sin los tapujos con que pretendíamos explicarla hasta ese momento. Así, pues, una crisis pone en evidencia una corrupción genuinamente humana, al tiempo que muestra con desvergüenza y desinhibición todo lo que el lenguaje obsoleto mantenía guardado dentro del armario
Gabriel