La Iglesia necesita tanto de Dios como del Diablo para justificar su existencia. Sin uno de los dos hubiera pasado desapercibida y no habría prosperado. No quiero imaginar qué hubiera sido de Dios sin el Diablo: probablemente no le habría hecho falta crear ninguna Iglesia. Y tampoco quiero imaginar qué hubiera hecho el Diablo sin Dios: habría tenido que hacer el bien contra natura, lo hubiese pasado fatal, habría muerto prematuramente y no lo hubiéramos conocido.
Gabriel