Alrededor de cada incompetencia
giran competencias, como si fueran moscas volando en torno a una escrecencia
maloliente, que pugnan entre sí para hacerse con un lugar en la vida. Sin
embargo, la suma de todas ellas no supera el volumen de la incompetencia que
les da la vida y la razón de su existencia.
Conclusión: por más competencias que
el humano desarrolle, la incompetencia acaba predominando en nuestras vidas.