Muy
posiblemente debas convertirte en uno de ellos si quieres tirar de la manta,
mostrar su corrupción, denunciarles, derrocarles. Y todo ello haciendo los
posibles para no ser visto, para hacer una buena limpieza.
Sí, haría
falta convertirte en alquien que fuera un calco de ellos, para que no recelaran
de ti. Así, pues, estudiarás cómo comportarte y relacionarte, cómo vestirte,
cómo moverte, qué aspiraciones mostrar. Puede ocurrir que te confundan con
ellos, hasta llegar a olvidarte de tu propósito inicial, como si fueras un
arribista corrupto. Y ahora vemos cómo los demás, los tuyos, te señalan y te
increpan, como si fueras tú el gran cabrón, mientras los enemigos te abren las
puertas y te tratan como a un igual. Sin embargo, ay, denunciar al poderoso,
acercándote tal como lo haces, conlleva un riesgo mayúsculo: que ya no se
distinga entre él y tú, pues te has convertido en aquello mismo que pretendías
denunciar. Así, pues, observa cómo la corrupción va engullendo a todo aquel que
pregunta acerca de ella.