Cada uno de nosotros tenía un Yo, que era una cosa buena, digna y necesaria. Sin embargo, un día el sistema nos vendió la posibilidad de tener un Ego. A partir de ese momento todo fueron desgracias, amarguras y frustraciones. Resulta que no sólo no se puede alcanzar el Ego, sino que el Yo se nos ha ido de las manos.