El humano necesita tenerle terror a algo: un misterio al que reverenciar, por ejemplo, o una sombra que le atrae. En el pasado, la religión se dedicaba a mantener los secretos que, de sólo imaginarlos, ya daban el pánico necesario que todo misterio necesita para no perder su identidad. El sistema se sirve del misterio y del pánico para mantener la alineación de los humildes y la complicidad inconsciente de quienes fabrican argumentos conspiranoicos. Sin embargo, como ustedes pueden comprobar, mientras la ciencia va profanando y desvelando lo que antes era materia prima del pánico, el sistema mismo va engendrando otros terrores con los que seguir alineando a quienes se dejen, incluyendo a los fabricantes de nuevas teorías de la conspiración.
Gabriel