Un
hombre, al que sólo se le ocurrían pensamientos indigeribles, abrió la
boca y soltó unas palabras ácidas al viento. Luego, con el vapor, y sin darse cuenta de la relación, le
cayeron encima como si fuese una náusea. Ahora mismo culpa a alguna paloma porque cree que ha
defecado adrede sobre su cabeza.