Hemos construido un mundo en el que cada individuo vive en una placa tectónica personal que choca con otras placas... hasta que un terremoto colectivo pone en evidencia la fragilidad de todo el montaje. Y es ahí que nos damos cuenta de que cada placa no es otra cosa que la punta de un iceberg de una placa mayor que no deja de moverse y crepitar con furia.
Gabriel