Lo cómodo se vuelve incómodo en cuanto deja de funcionar. Lo cómodo se vuelve molesto cuando perjudica el resultado de una acción. Lo cómodo empieza a resultar enojoso cuando por necesidad intentas hacer las cosas de otra manera. La actitud conocida y cómoda, que servía de escudo contra el cambio, se convierte en resistencia e impedimento incluso ante la evidencia de la necesidad de dar un paso adelante.
Gabriel, de cosecha propia