No habría progreso sin un malestar de fondo. El problema surge cuando el malestar lleva tanto tiempo instalado en la propia vida que ya no provoca lo que podría provocar.
El malestar enraizado aniquila el progreso, excepto que, en un momento dado, se intensifique tanto y provoque un dolor tan agudo que ya no sea posible evitar que nos enfrentemos a él.
Gabriel, de cosecha propia