Los sistemas de conocimiento
formatean la mente de tal manera que el conocimiento, aquello a lo que aspiramos,
es eclipsado de su propósito inicial por un determinado formato. Al tener
nuestra mente formateada sólo reconocemos como idóneo aquello que parece
encajar con el marco definido por el formato en cuestión. De ahí que la
esencialidad del conocimiento quede excluída si aquél no se presenta de acuerdo
a lo prometido por el formato.